Radio Vilardevoz, más
que un simple programa radial, es un espacio donde se les da voz a quienes en
otros lados no la tienen. Cecilia Baroni, psicóloga y una de las encargadas del
proyecto, explica de qué se trata y expresa los logros obtenidos hasta el
momento.
¿Cómo empezó tu vínculo con Radio Vilardevoz?
Cuando empezamos en el Hospital estábamos en tercer año de facultad de psicología, en especial, había empezado
un grupo antes que yo. Está mi esposo que también es parte del equipo de la
radio. En realidad, una de las cosas más fuertes fue haber ido al hospital y
haber visto las condiciones en las que estaba la gente internada y darnos
cuenta de que toda esa gente tenía un montón de cosas para aportar que quedaban
ahí, encerradas entre muros. Y empezamos a desarrollar un grupo bastante fuerte
y a considerar qué podíamos hacer desde la psicología
para aportar a un lugar que estaba abandonado - no había casi
psicólogos en ese momento - . Pensamos que lo importante era construir con el
otro cosas y no que se tuvieran cosas preestablecidas para hacer. Empezaron a
pelotear la idea de hacer una radio y de que comenzaran a salir las voces de
ellos afuera. Han pasado ya quince años.
"Muchas veces la terapéutica sobre
el loco es el electroshock, el encierro, el empastillamiento. Nosotros no
estamos en contra de la medicación sino de la sobremedicación, que implica
tener al paciente callado y quieto; eso no es terapeútico ni es darle
oportunidad a alguien de tener un lugar mejor en el mundo, es simplemente
tratar de sacar un problema de arriba. Contra todas esas cosas nosotros
tratamos de pelear."
Cecilia Baroni
Imágenes extraídas de la página de
Facebook de Radio Vilardevoz
¿Cómo está conformado el
equipo técnico? ¿Qué objetivos se lograron y cuáles se desean lograr?
Vilardevoz es un proyecto autogestionado.
Nadie cobra, ni los técnicos, que ahora somos un grupo de casi diez psicólogos,
que trabajamos militantemente en el proyecto, y lo llevamos en conjunto con
casi treinta personas que son fijas. Algunas van rotando, es decir que somos
una banda. La idea es estar siempre en movimiento con estos objetivos: uno es
desmitificar el lugar del loco en la sociedad, otro es introducir una voz que
ha estado siempre fuera del sistema comunicacional. Ellos tienen muchas cosas
para decir, desde el sistema de salud, de pensión, desde la vivienda.
Para que se generen condiciones de igualdad, de participación, uno debe tener
un grupo que a la hora de ir a entrevistar a un psiquiatra o a un político no
se sienta menos - y eso implica formación - para poder hablar con quien sea, no
importa si es el presidente de la República o si es el director del mismo
Hospital, uno tiene que poder decirle que en el Hospital la comida está fría, o
que se mueren de frío, o que andan descalzos, o que salen de acá y no tienen a
dónde ir y van a refugios. Mantener eso es un desafío bastante grande. De
ir con un grabadorcito, y salir en los medios, hemos logrado tener un local
propio dentro del Hospital, tener una antena, tener
una frecuencia que nos otorgó el Estado, para mejorar la
comunicación, que las voces circulen y que la locura tenga un lugar. No se los
escucha. La radio y la televisión están hechas para la clase media y la clase
alta. Es una exclusión permanente. ¿Cuándo hablan los que no tienen lugar en
los medios de comunicación? Bueno, entonces una de las cosas fue decir:
"hagamos nuestro propio medio".
¿Cómo se considera en el
imaginario colectivo o en la creencia popular al paciente psiquiátrico?
Lamentablemente, al paciente psiquiátrico
se lo sigue considerando como alguien que es improductivo, alguien que debería
estar toda la vida encerrado, que eso básicamente, es una concepción casi de la
Edad Media. O sea, los que trabajamos en salud mental sabemos que la locura la
tenemos todos, es parte del ser humano, pero que se ha construido
disciplinarmente lo que llama "enfermedad" y lo que llama
"paciente psiquiátrico". En general, la sociedad toda tiene un alto
consumo de fármacos y de psiquiatría, pero persiste mucho tabú sobre eso y, por
otro lado, hay mucha estigmatización sobre el loco pobre. El loco rico
con un trastorno bipolar, por ejemplo, se medica y cuenta con otros recursos
con los que puede sostener la actividad a la que se dedique. Si vos vas al
trastorno bipolar en la pobreza y en la calle, sin plata y un montón
de cosas, claro, al no tener recursos, la persona no puede recuperarse y estar
estable como para poder ser productiva. Y este proyecto de Vilardevoz lo que
intenta es decir: hay locura y hay momentos de crisis que pasan y la persona
puede volver a ser la misma, eso no quiere decir que es inútil o que no
tenga algo para aportar. En este tipo de situaciones los mitos y los tabúes
son mucho más fuertes que los propios avances disciplinares.
¿Cómo está Uruguay en
relación al tema de los derechos humanos y la salud mental?
Específicamente en el Vilardebó, en lo
que tiene que ver con el respeto a los derechos humanos, ha mejorado en
relación, te diría, a diez años, pero si vas a las colonias, por ejemplo,
todavía deja mucho que desear. Primero que desde la
psicología no es ético sostener prácticas donde al otro se lo trata como un
objeto y no como un sujeto. Nosotros estamos hablando de salud pública,
de locura y pobreza. Obviamente, la locura no tiene ni estrato social ni
género, pero hay una diferencia cuando alguien tiene poder adquisitivo y puede
hacer un tratamiento de otra forma. Lo que nos parecía interesante era generar
un colectivo que también pudiera apropiarse de esa lucha responsablemente, lo
que implica un ejercicio de reconocer que tenemos derechos y que los podemos
hacer ejercer, y luego ejercerlos con propuestas para poder mejorar, no
solamente desde la queja. En relación a algunos países, no estamos tan mal,
pero en relación a otros en los que ya no hay tanto encierro o hay otras
políticas, estamos muy mal.
Aparte de los programas
de radio, ¿qué otras actividades hacen los demás días?
Los jueves es la Asamblea, donde se
decide todo ¿no?, por ejemplo, nos queremos ir a la Minga, o viene Larbanois,
bueno, ¿qué vamos a hacer el sábado? ¿Quién lo invita? Todas esas cosas. Luego
hay un Taller de Escritura que se conecta con el Club de Socios y es la forma
en que entra dinero en Vilardevoz para los gastos mínimos. Además de ser una
producción escrita de las cosas que se hacen aquí, son producciones de ellos
sobre la temática de la radio y eso alimenta un boletín del Club de Socios, o
revistas, o un blog, o lo que sea que ellos van haciendo. Los viernes está el
Taller de Producción Radial, donde se hace toda la agenda, se trabaja sobre los
programas individuales, los colectivos, se preparan las entrevistas, los
invitados, y los sábados hacemos la puesta en escena, con fonoplatea abierta.
La programación se arma durante la mañana. En ninguna radio llevada por
comunicadores eso sería posible porque son bastante estructurados y hay que
tener una grilla de antemano, pero acá el sábado, con los que estamos y los que
van viniendo se arma la programación y sale eso que llamo "Babel de
programas y de voces" y que es bastante mágico, porque puede pasar
cualquier cosa, puede haber humor, alegría, emoción. Ese mismo día, por la tarde,
hacemos lo que se llama "salida al aire en el estudio". Son cuatro
horas intensas, con microprogramas de entre cinco, diez y quince minutos, menos
las entrevistas o mesas de debate que son entre treinta y cuarenta y cinco
minutos. En cuatro horas puede pasar de todo: podés pasar de la risa al llanto,
de la reflexión a la filosofía y a la política. Los que escuchan nunca saben lo
que va a venir después de cada programa. Lo peor que puede pasar en una radio
(risas).
Y es lo lindo también.
¿Cuáles son algunos momentos conmovedores que recordás del tiempo transcurrido
acá?
Creo que nunca me voy a olvidar del día
en que nos robaron los equipos; llegamos a la sala de radio, no había nada,
estaba todo dado vuelta, y la gente de la radio dijo: "Vamos a hacer radio
sin micrófonos" y armaron todo y se pusieron a hacer radio sin micrófono como si no pasara nada. No era negación, porque en realidad ellos lo hablaban,
pero era lo que sabíamos hacer. Tenemos gente que ha salido de la locura y de
la pobreza extrema y se ha incluido en el circuito laboral. Vidas de gente que
no le importa a nadie, y acá ellos le importan a a alguien y
comienzan a funcionar de otra manera y me parece que eso es lo más conmovedor.
Que alguien cumpla un sueño, no sé...Manuel, el otro día, cantando con
Larbanois, que desde chico se imaginaba que lo iba a poder hacer. Todas esas
cosas me parece que son bastante fuertes.
¿Qué iniciativas tienen
los pacientes?
Por ejemplo, uno es artista y eso tiene
que tener lugar de alguna forma. El otro se cree marinero y viene a Vilardebó
vestido así, y será marinero por un día y en Vilardevoz no se lo excluye por
eso. Lo que generamos es un espacio que a veces es un oasis, porque no es la
vida real. Si vas vestido de marinero a un Banco, por ejemplo, probablemente te
echen, ¿no? La idea es incluir, no excluir. La sociedad ya excluye bastante. En
Vilardevoz podés escuchar un programa de un minuto donde una persona lo único
que quiere decir es: "Hola", y esa persona empieza a tomar la voz y
de repente se convirtió en conductor de un programa, y ya dejó de ser aquella
persona tímida en un rincón que no hablaba. Tuvimos una paciente una vez,
seis meses sin hablar, tenía un gran mutismo..., y un día abre un paquete de
yerba, y saca una tarjetita que traía. Su programa empezó siendo la lectura de
lo que decía la tarjetita atrás. : "La marcela se siembra en...y las
propiedades son...." Ese era el programa de ella. De ahí terminó
escribiendo poesía, haciendo canciones y cantando en el festival que hicimos para
recolectar cosas cuando nos robaron. Hizo un proceso para salir de su estado y
generar otra persona. Lo que siempre decimos es que lo que precisa la gente
nomás es ser acompañada, y entonces redireccionar el proceso para habilitarse
en la vida.
¿Hay pacientes que están de manera permanente aquí, o llega un momento en que se van?
Vilardebó es un Hospital de agudos, personas que pasan situaciones de crisis y que están internadas entre tres y seis meses. Luego son dadas de alta. Dependiendo de la situación social y económica pueden ir para su casa, si tienen redes, o sino a un refugio, o una casa de medio camino. Pueden estar en Vilardevoz durante la internación y seguir cuando son dados de alta - y se les llama pacientes ambulatorios - continuar un proceso en Vilardevoz y quedarse. Vilardevoz es abierto, participa quien quiere y el tiempo que desee, y hay gente que hace diez años que participa por lo que ha hecho su proyecto de vida, un proyecto también de militancia. Ha encontrado su lugar ahí.
Rosemarie Martínez Romano
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